‘No importa si es un ministro o un cuadro del PCC municipal el que le diga al guajiro lo que tiene que sembrar, la decisión sigue sin estar en el guajiro.’
La Habana | Rafaela Cruz (DDC) – El ministro de Agricultura, Gustavo Rodríguez Rollero, intervino este 19 de octubre en la 36 Conferencia Regional de la FAO, que se desarrolla online. Allí presentó el Plan de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional del País, aprobado por el Consejo de Ministros el pasado 22 de julio, y que pretende dotar a los municipios de mayor autonomía con respecto al poder central del Estado.
Este es el intento más reciente de lograr las ridículas 30 libras per cápita mensuales de viandas, hortalizas y granos que se han propuesto como meta para alimentar al pueblo. Muy lejana queda aquella grandilocuencia fidelista cuando en 1967 declaraba: «Llegará el día en que las frutas, los vegetales, hasta la leche se distribuirá gratuitamente». Y agregaba: «Nosotros sabemos lo que estamos haciendo». Bueno, parece que no, no sabían lo que estaban haciendo, porque 53 años después no es que no haya nada gratis, es que todo está carísimo y casi imposible de encontrar.
La intención del mentado Plan es descentralizar las decisiones acercándolas a los productores de cada municipio. Suponen que así se ganará en coordinación y se fomentarán los vínculos entre los actores agrícolas del territorio. Según Jorge Núñez Jover, presidente de la Cátedra de Ciencia, Tecnología, Sociedad e Innovación de la Universidad de La Habana, esto lo harán: «Sentados en una mesa de trabajo, todos los actores», «tienen que dialogar, buscar soluciones, eliminar trabas», guiados por «el Gobierno municipal y la Asamblea Municipal del Poder Popular, electa por el pueblo».
El único misterio con respecto a este Plan, es cuánto durará hasta ser sustituido por otra iniciativa similar, todas destinadas al más humillante y hambreante fracaso; sencillamente porque lo que no sea darle autonomía a los campesinos para que organicen su actividad, es solo burocratismo farragoso y entorpecedor, es hierba mala.
No importa si es un ministro o un cuadro del PCC municipal el que le diga al guajiro lo que tiene que sembrar y a qué precio debe venderlo, lo importante es que la decisión sigue sin estar en el guajiro.
El fracaso de la economía centralizada no se debe a la distancia entre el decisor y los agentes económicos. Por lo tanto, no se resuelve cambiando una economía centralizada nacional «lejana», por 168 economías centralizadas municipales «cercanas». Esto lo que haría sería multiplicar los problemas y, de hecho, crearía serias complicaciones de descoordinación entre productores de municipios diferentes, que tendrían que ordenar su actividad no directamente, sino mediante los burócratas de su comunidad.
El problema con la economía centralizada, a cualquier nivel, es que las medidas principales se toman desde el inevitable desconocimiento del que no está implicado en la actividad como tal, y que a su vez tiene intereses e incentivos ajenos al éxito económico del proyecto en sí. Esta alienación de las dinámicas internas de cada empresa esclerotizan el sistema de decisiones, impidiéndole responder con la inmediatez necesaria a los innumerables imprevistos de toda obra humana.
Se supone que el gran paso adelante será sustituir la verticalidad del actual sistema liderado desde el Ministerio de la Agricultura —que no se sabe muy bien que pintará en todo esto—, por un diálogo entre los actores municipales, provinciales y nacionales sobre las cuestiones agrícolas. Es decir, más guataqueo a los jefes y menos guataqueo en el surco.
Según datos publicados por el mismo Jorge Núñez Jover en Cubadebate, órgano oficioso del PCC, cada municipio cubano tiene como media entre 4.000 y 5.000 fincas, más 4.200 patios y parcelas que llegarán pronto a 8.000. Con lo cual, cada órgano político municipal tendrá que coordinar más de 10.000 explotaciones agropecuarias de diferentes tamaños, especializaciones, rendimientos, particularidades geográficas, necesidades concretas y un infinito etcétera de especificaciones individuales. Eso sin dejar de atender todas las demás áreas de la economía, más sus obligaciones políticas y sociales. Da vértigo solo de pensarlo.
Es lamentable que sigan arando en el mar con planes y más planes que no conducen a ninguna parte. Lamentablemente, los planes no se comen, los planes son un subproducto de las tripas ministeriales. Esto hace pensar que precisamente lo que buscan, es ir a ninguna parte, mantener a la gente entretenida jugando a vestir y desvestir santos; usando siempre el mismo traje, que no está hecho a la medida del santo, pero sí a la de los dueños del juego.