domingo , 22 diciembre 2024

Talleres, ¿para qué?

Ya nadie cree el cuento de que el país pueda desarrollarse con las mismas recetas de antaño, siempre pésimamente enmascaradas.

La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – Los talleres sobre dirección de la economía que se desarrollan en todo el país para que los trabajadores dejan a un lado las dudas y cambien sus caras de asombro por una sonrisa aprobatoria con el puño cerrado y el pulgar apuntando al techo, están condenados al olvido antes de que el orador de turno ofrezca las conclusiones y reclame el apoyo absoluto a la revolución, el partido, Raúl Castro, Díaz-Canel, el Buró Político y los máximos dirigentes del sindicalismo oficial.

Es un ejercicio inútil, pero a fin de cuentas necesario desde la perspectiva del poder que busca a toda costa desviar la atención de los graves problemas estructurales del modelo basado en el centralismo económico, la exclusividad política e ideológica y el igualitarismo en materia social.

La estrategia de convencer a los trabajadores de que ahora sí se acaban los salarios ridículamente bajos, las pésimas condiciones laborales, el racionamiento y toda la caterva de problemas socioeconómicos que afectan a casi toda la población, cobra fuerza en los inicios de otro año, bajo el imperio de la voluntad de un grupo de poder, cuyo fin no es el cambio de paradigmas sino el retoque de algunas parcelas del desastre en busca de un mínimo de funcionalidad para matizar las solidez del estancamiento.

Una de las abanderadas en este ciclo de capacitaciones, es nada más y nada menos que la señora, Caridad Pérez Caballero, miembro del Secretariado Nacional de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) y diputada de la Asamblea Nacional del Poder Popular.

En una reciente entrevista publicada en el semanario Trabajadores, la funcionaria no dejó espacio para las conjeturas en su afán por revestir de objetividad una serie de puntos de vista, identificados con esa fe conocida por su mezcla de embuste y bancarrota.

No hay que ser un experto para advertir que se trata de una venta programada de ilusiones, no más que otro intento de trasladar a un futuro impreciso, las esperanzas de que el socialismo con puntuales remiendos y una película de barniz, puede alcanzar niveles óptimos de racionalidad y eficiencia.

El adiestramiento de los trabajadores en estos tópicos comprende la realización de alrededor de 70 mil asambleas en los centros de trabajo, durante los meses venideros.

Entre los temas a impartir en los encuentros aparecen, el incremento y diversificación de las exportaciones, eficiencia del proceso inversionista y la participación de la inversión extranjera directa, análisis integral de las operaciones de importación y ejecución de créditos y sustitución de las importaciones con mayor participación de la industria nacional, entre otras.

Después de un breve repaso de la lista de temas, pregunto:

¿Desde cuándo se vienen planteando los mismos problemas, sin que aparezcan las soluciones? 

¿Qué sentido tiene una capacitación sobre materias tan complejas y situadas en las antípodas de los designios del oficialismo de magnificar el monopolio estatal sobre los medios de producción y el exhaustivo control de la fuerza laboral, dos de las causas fundamentales que explican la debacle económica?

Estoy seguro, que muy pocos entenderán los detalles aportados por los conferencistas.

No solo por lo denso, sino porque ya nadie se cree el cuento de que el país pueda desarrollarse con las mismas recetas de antaño, siempre tan pésimamente enmascaradas.

Los trabajadores cubanos, aunque se resistan a manifestarlo por temor a represalias, quieren hechos concretos. Están hartos de promesas y discursos esperanzadores que nunca se materializan.

Esta vez, como de costumbre, tendrán que estar presentes, fingir interés, aplaudir si es necesario. En fin, aparentar lo que no sienten. Ir contracorriente tienen sus costos dentro de las fronteras de una dictadura que revalida su naturaleza tras el telón de las mencionadas argucias retóricas.