Tras apenas dos meses de Tarea Ordenamiento, están viendo cómo sus contratos se están reduciendo en número y en monto.
Rafaela Cruz (DDC) – Hubo un tiempo en que el Gobierno cubano se halló ante un dilema: como de costumbre no quería permitir empresas privadas cubanas ni que se concentrase capital en un solo cuentapropista, pero a la vez necesitaba un ente económico al cual endosarle un grupo de empresas estatales que quería privatizar por ser muy deficitarias —principalmente en la gastronomía—, y además necesitaba más eficiencia en algunos servicios que las empresas estatales existentes suministraban con muy baja calidad, sobre todo en la construcción.
Bajo esa disyuntiva, el Gobierno ideó las cooperativas no agropecuarias (CNA) en 2012 como «complemento, una alternativa para la economía cubana», subordinadas al «papel fundamental de la empresa estatal socialista», según Ramón Labañino, uno de los cinco espías devueltos por Obama y actual vicepresidente de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba.
Pero incluso en ese papel subordinado los 17.000 cooperativsitas existentes en 2018 lograron facturar 6.000 millones de pesos, llegando a los 9.000 millones dos años después manteniendo el mismo número de asociados, un verdadero triunfo empresarial.
Aun con este éxito, en 2020 funcionaban solo 398 CNA en toda Cuba debido a las barreras administrativas que llegaron en 2019 a detener totalmente la entrega de permisos para nuevas CNA bajo la acusación de apropiación indebida de ingresos, corrupción, contratar demasiada fuerza de trabajo y marcadas diferencias en los anticipos percibidos por los socios que ejercen como directivos con respecto a los que realizan labores directas en la actividad. El Gobierno se enfadó porque las CNA se estaban comportando como empresas privadas, algo intolerable.
Amén de algunas CNA privilegiadas que obtuvieron la concesión de importantes locales y créditos millonarios (por ejemplo, los restaurantes El Jardín y El Bicky en La Habana, que recibió un inaudito crédito de un millón de dólares del banco cubano), muchas de las CNA han florecido al amparo de contratos de prestación de servicios a empresas estatales. Contratos de construcción, mantenimientos de máquinas herramientas, brigadas especializadas de electricistas, fontaneros, transporte, impermeabilización, catering o servicios informáticos serían los más habituales.
Para los directivos de empresas estatales era muy conveniente contratar estas cooperativas porque normalmente son más eficientes en su desempeño que las empresas estatales homólogas. Además de que, como los contratos son directos, se prestan a coimas. Pero, fundamentalmente, porque estás cooperativas estaban autorizadas a trabajar usando el ahora extinto CUC.
La importancia de la moneda se debía al tipo de cambio. Para las empresas estatales un CUC o un dólar equivalía a un peso cubano, por lo tanto, contabilizaban los pagos en CUC a cooperativas no estatales a 1×1, mientras que las cooperativas con ese mismo dinero iban al banco y lo multiplicaban a un tipo de cambio de 24×1. ¡Ni Jesús hizo tales milagros!
Por ejemplo, si una empresa estatal acometía una reparación de sus instalaciones usando diez trabajadores propios con un salario de 750 pesos mensuales per cápita, su contabilidad reflejaba un gasto de 7.500 pesos. En cambio, si contrataba una CNA, podía pagarle mensualmente 3.000 CUC, que gracias a la paridad del cambio se reflejarían solo como 3.000 pesos en sus cuentas; pero la CNA iba al banco y esos 3.000 los convertía en 72.000 por el tipo de cambio de 24X1. Así, la CNA podría tener ganancias, pagar un salario estupendo a sus trabajadores y además, bajo la mesa darle al directivo de la empresa estatal un «agradecimiento» por el contrato… Y todo el mundo feliz.
Ahora, tras la devaluación del CUC, la empresa estatal en vez de contabilizar un gasto de 3.000 tiene que poner en sus registros los 72.000, un costo muchas veces inasumible para la empresa. Con el agravante de que, mientras más gastos tenga en contratos externos, menos dividendos podrá repartir al final del año entre sus obreros fijos. Y esto es algo que los trabajadores conocen y les hace estar más vigilantes que nunca de los movimientos que haga «la Dirección».
Tras apenas dos meses de Tarea Ordenamiento, las CNA están viendo cómo sus contratos se están reduciendo en número (se han cancelado ya varios) y en monto (se están renegociando a la baja). Y, aunque aún es pronto para saber si los cooperativistas no agropecuarios podrán adaptarse a la nueva situación, de momento están encarando un empinado viacrucis que puede terminar en ese calvario donde habitan los millones de cubanos a los que el Gobierno utilizó mientras le convino y luego les cambió las reglas del juego, para desecharlos con total impunidad.