El sector pesquero y el azucarero han sido los que más han involucionado en la economía durante los últimos tiempos.
LA HABANA, Cuba (Orlando Freire Santana) – Las Empresas Pesqueras de Batabanó y Cienfuegos fueron dos de las entidades estatales cubanas más golpeadas por la ineficiencia y los incumplimientos productivos en el pasado año 2021. Quedaron por debajo de lo pronosticado en las producciones de langosta y camarón, dos surtidos muy demandados en los establecimientos turísticos de la isla, y también fondos exportables con que cuenta el país.
Pero los incumplimientos no se circunscribieron a la langosta y el camarón, sino que también incluyeron a las esponjas, las aletas de tiburón y las especies de escama.
Un reciente artículo aparecido en el semanario oficialista Trabajadores relaciona las vicisitudes afrontadas en esas entidades pesqueras con la escasez de productos pesqueros que padece la población cubana: “Tanto en uno como en el otro lugar, el 2021 fue complicado, donde una vez más quedó insatisfecho el deseo por años postergado en muchos, muchísimos, de consumir pescado”.
Fueron de varios tipos los problemas que se interpusieron en el camino de los trabajadores de esas empresas, y que redundaron en la mala gestión productiva que exhibieron. Entre ellos la deficiente alimentación que recibieron en tan extenuante labor, las malas condiciones de vida en los barcos, los bajos salarios que percibieron (y por supuesto el no acceso a utilidades debido a los incumplimientos empresariales), la poca disponibilidad técnica de las embarcaciones, así como la ineficaz organización de la flota pesquera por parte de las direcciones de ambas entidades.
Mas, en honor a la verdad, no es posible reducir a dos empresas los problemas que se aprecian en el sector pesquero. Este sector, junto con la industria azucarera, han sido los que más han involucionado en la economía cubana durante los últimos tiempos.
Muy atrás quedaron aquellos años en que las flotas para la pesca en Cuba -la Flota Cubana de Pesca, la Flota Atunera y la Flota del Golfo- obtenían importantes niveles de captura que permitían exportar los productos del mar, al tiempo que abastecían una red de pescaderías que surgieron en casi todas las ciudades del país.
Hoy la realidad se presenta diferente. De aquellas flotas ya nada se habla. El poco pescado que se captura apenas alcanza para satisfacer las dietas médicas que llevan ese producto; las pescaderías -las pocas que se mantienen en pie- enmohecen por la inactividad, y únicamente la población con acceso a las tiendas en MLC puede comprar algunas laticas importadas de atún o sardinas.
Las cifras que aporta la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) también confirman la debacle. Solo analizando la langosta y el camarón, durante el cuatrienio 2016-2019, por no citar los años del coronavirus, vemos que la tendencia ha apuntado hacia los bajos resultados. La langosta, de 4 634 toneladas al inicio del período, cayó en el 2019 a 3 278 toneladas. El camarón, por su parte, de 763 toneladas en el 2016, bajó hasta las 672 toneladas en el 2019.
Por otra parte, si analizamos el aporte de cada sector de la economía al producto interno bruto de la nación (PIB), notamos que la Pesca es el sector más débil de la economía, pues solo representa el 0,1% del PIB.
Al margen de todo lo anterior, no debemos pasar por alto un detalle que trascendió en los debates escenificados en la Empresa Pesquera de Cienfuegos. Allí se conoció que los pescadores particulares logran mayores niveles de pesca que los de la empresa estatal. Ello a pesar de que estos últimos cuentan con un mayor equipamiento técnico.
A buen entededor, con pocas palabras. Quizás si el Estado sacara un poco sus manos de este sector, como decimos en buen cubano, “otro gallo cantaría”.