lunes , 15 julio 2024
Juan Ramón Moret, arreglando sombrillas para sobrevivir. (Diario de Cuba)

Trabajó más de 40 años ‘para la Revolución’ y hoy no tiene retiro La historia de Juan Ramón Moret

Ramón tiene 70 años y cose zapatos, arregla sombrillas y vende mangos para comer, con suerte, una vez al día.

Santiago de Cuba (Laura Sarmiento Pérez / DDC) – Juan Ramón Moret tiene 70 años y no recibe ninguna jubilación después de cuatro décadas de trabajo. Desde hace nueve años sus ingresos dependen de coser zapatos y arreglar sombrillas, oficios con los que sobrevive ahora en La Habana, a donde acudió hace cinco meses para reclamar una pensión.

«Trabajé 15 años en la ECAL 5 (Empresa Constructora de la Administración Local), anteriormente contingente Machaco Ameijeiras. Pedí una licencia sin sueldo para cuidar a mi madre en Santiago de Cuba y me dieron la baja», explica. «Eso fue en 2015, cuidé a mi mamá postrada hasta su fallecimiento, era su único hijo. Ahora regresé a La Habana a recoger mi expediente laboral y solicitar mi pensión, pero me dicen que, a pesar de tener 40 años de trabajo, tengo que trabajar un año para que me la otorguen».

Moret tiene ahora un gran problema, no encuentra trabajo por su edad. «Nadie quiere a un viejo que va a trabajar un año para jubilarse, y aunque me siento bien, creo que piensan que me enfermaré y no seré estable. Estuve solicitando un trabajo de custodio y no quisieron dármelo. Así que no me puedo jubilar, según la ley».

La Ley de Seguridad Social estipula que, para tener derecho a la pensión, deben tener 60 años de edad las mujeres y 65 los hombres, haber prestado al menos 30 años de servicio y estar vinculados laboralmente en el momento de solicitar la jubilación. Moret sobrepasa en diez los años trabajados necesarios y en cinco la edad de jubilación.

«En la empresa ECAL 5 me dieron mi expediente laboral y me dijeron que no podían jubilarme porque me dieron baja cuando me fui a Santiago. Entonces tenía 62 años. Me mantuve hasta el 2020 con la pensión de mi mamá y mis trabajitos en el barrio», cuenta, «pero ahora necesito la pensión, tengo 70 años y la salud va para atrás».

En La Habana se aloja en un albergue en el Wajay, con unos primos que le dieron una litera y un closet. Moret está extremedamente delgado, evidencia de su magra alimentación, y confiesa que come una vez al día, pues con la carestía de los alimentos no es mucho lo que puede comprar con el dinero que consigue. El no tener libreta de racionamiento en La Habana agudiza su situación alimentaria. Fuma cigarros que él mismo se confecciona con picaduras de tabaco y papel de libretas.

«Cuando me dijeron en la empresa que no podían jubilarme, fui a la Dirección de Trabajo a plantear mi situación y al Consejo de Estado a entregar una carta para el presidente de la República. Ellos enviaron la carta de vuelta a mi empresa y me dijeron que tengo que trabajar un año o escribirle una carta a la gobernadora de La Habana solicitando que se me aplique la Ley de Seguridad Social, sección quinta, que contempla una solicitud y trámite de pensión. Es la única opción que me queda, porque ninguna empresa quiere darme trabajo».

Moret entregó la solicitud junto a su expediente laboral en la oficina del Ministerio de Trabajo en mayo. Mientras espera respuesta a la reclamación de su pensión, arregla sombrillas para ganar dinero, cose zapatos y vende mangos.

«Mis primos del albergue me ayudan, pero no puedo colgarme, ellos también están luchando», dice, «Como, o trato de comer, una vez al día. Compro pan, que es lo más barato y fácil de preparar. Con el arreglo de sombrillas y zapatos saco para comprar comida, pero no la suficiente. Así que cojo turnos en colas, hago mandados, ayudo en cualquier trabajo que me puedan pagar algo. Ahora, con la temporada, vendo mangos corazón a diez pesos. La gente me encarga y los vendo en paquetes de entre 20 y 50 mangos».

Moret piensa que es injusto que tenga que volver a trabajar con 44 años de trabajo acumulados. «Cuando miren mi expediente laboral, verán que me he reventado trabajando toda mi vida. En Santiago trabajé en Renté, en la empresa panificadora, en la zafra azucarera cortando caña cuando había, en movilizaciones en la agricultura, recogiendo café, y en los contingentes allá y aquí en La Habana, cuando Fidel buscó trabajadores orientales para las obras de la Batalla de Ideas. No he hecho otra cosa que trabajar toda mi vida».

Y si no te otorgan la pensión, ¿qué harás?

«Bueno, sería injusto que no me den la pensión con todo lo que he trabajado por esta Revolución. Si no me la otorgan, seguiré viviendo de mis trabajitos particulares y cuando me enferme buscaré a alguien que me cuide por mi casa o iré a morirme en un asilo, no me queda de otra».