Los vaivenes de las políticas del partido demócrata estadounidense con sus recurrentes paños tibios se acaban, y de qué manera.
Pittsbrugh (Sindical Press) – Poco antes de la aplastante victoria electoral del contrincante republicano, un cubano en la Isla auguraba que si el multimillonario se convertía en el próximo presidente de Estados Unidos el hambre iba a escalar a niveles nunca vistos. “Te puedo decir que si sale Trump nos vamos a comer aquí los zapatos que nos quedan, porque esto está muy malo. La economía aquí está muy mala y el turismo está por el piso”, decía el chofer de un almendrón a un reportero de la agencia Associated Press.
La alusión puede resultar hiperbólica, pero sin dudas de gran utilidad para avizorar el panorama socioeconómico que irá desdibujándose en Cuba a partir de la toma de posesión de Trump y su posicionamiento frontal respecto a la tiranía comunista.
Los vaivenes de las políticas del partido demócrata con sus recurrentes paños tibios se acaban y de qué manera. Con el control del Senado, probablemente de la Cámara de Representantes y también con mayoría conservadora en la Corte Suprema, el nuevo mandatario tiene vía libre para la toma de decisiones que afectarán no solamente las complicadas relaciones con Cuba. Analistas de sobrada confiabilidad dan por sentado el inicio de grandes cambios geopolíticos que conllevarán a la readecuación de las agendas nacionales en función de las iniciativas que emanen de la Casa Blanca.
Por si fuera poco, la tensa situación meteorológica ha venido a añadirle nuevas capas de sombras a la existencia de millones de cubanos.
Y es que con los huracanes Oscar y Rafael se completa el círculo de la desgracia. El primero por el oriente y el otro impactando el occidente, con categoría 3 en la escala Shaffir-Simpsom, dejaron decenas de derrumbes, muertes, inundaciones, cortes del suministro eléctrico e interrupciones en la cadena de suministros de alimentos.
La fuerza de los vientos y las copiosas precipitaciones del segundo provocaron el colapso del sistema electroenergético a nivel nacional, la segunda vez que ocurre este evento en apenas dos semanas. El primer apagón masivo fue resultado del deplorable estado técnico de las plantas generadoras y la escasez de combustible, una situación con alta probabilidad de repetirse dada la incapacidad para resolver ambos problemas con la urgencia necesaria.
Esta combinación de sucesos determinan el agravamiento de los problemas en una economía arruinada y por consiguiente el repunte de las vicisitudes que padece el ciudadano de a pie (más del 80% de la población), con menos acceso a recursos básicos como alimentos, agua potable, gas y electricidad.
Ya en muchos lugares, acopiar leña para cocinar lo poco que se consigue va convirtiéndose en una rutina que amenaza con no solo extenderse sino en asumirse como una bendición ante los embates del hambre.
Después de los ciclones, es más evidente la desolación de Cuba con la intensa representatividad de rostros enjutos y desesperados, los basurales ornamentando las esquinas de cientos de pueblos y ciudades, ahora itinerantes por el agua dejada por los torrenciales aguaceros y el alza exponencial del desabastecimiento
Oscar y Rafael ya son parte de la historia. Trump es apenas el anuncio de lo que viene, sin lluvias ni vientos, pero con una potencia que probablemente obligue a ver los zapatos como un apetitoso manjar, a la manera de Charles Chaplin en el filme La Quimera de Oro.
Los próximos dos años, pueden ser definitorios para el régimen de La Habana. La miseria de sus súbditos tiene sus límites y aclaro, para que no haya confusiones, que el elemento fundamental de la tragedia cubana no es el embargo.