jueves , 21 noviembre 2024

Un llamado razonable frente a los muros de la apatía

El hambre y las necesidades del pueblo van cuesta arriba, en paralelo a la apatía y la complacencia del poder.

La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – El llamado de António Guterres, secretario general de la ONU, a poner en práctica un programa de recuperación en el ámbito laboral tras el impacto del coronavirus en el mundo, podría ser tomado como un punto de partida en la difícil tarea de bajar las tasas de desempleo y mejorar las condiciones laborales de millones de trabajadores, pero definitivamente es un asunto que depende en gran medida de las políticas económicas y sociales a implementar por los respectivos gobiernos, por un lado, y las asistencias tanto de organismos multilaterales y naciones desarrolladas, en el caso de los llamados países de la periferia.

En Cuba, la realidad apunta a una complicada trayectoria en pos de superar una sensible caída del PIB y el agravamiento de múltiples percances socioeconómicos de carácter estructural, derivados del monopolio estatal sobre los medios de producción y el exhaustivo control de las fuerzas productivas.

Desafortunadamente, las indefiniciones continúan marcando las pautas de cambios que buscan la supervivencia del fracasado modelo socialista y anulan cualquier esfuerzo en potenciar elementos que ayuden a salir del estancamiento, todos relacionados con la economía de mercado, la legalización de los diversos tipos de propiedad y la creación de un entorno laboral libre de determinantes influencias ideológicas de corte marxista-leninista que codifican la explotación del hombre por el Estado.

Lo hecho hasta ahora se enmarca en un proceso de aisladas aperturas, montadas sobre los carriles de la superficialidad y el desinterés de llevarlas hacia un aceptable nivel de eficacia.

Los constantes llamados a la continuidad del sistema de partido único y economía centralizada, son indicadores de que poco o nada cambiará al interior de la Isla, más allá de las periódicas arengas que destacan supuestos sobrecumplimientos productivos y otros logros no menos espectaculares, imposibles de sostener frente al encadenamiento de escenarios dominados por las bajas tasas salariales, la improductividad, los altos índices inflacionarios, entre una larga lista de problemas de vieja data, ahora exacerbados con la llamada pandemia del siglo XXI.

El máximo representante de la ONU, en su resumen de políticas sobre el impacto de la COVID-19 en el sector laboral, se refirió a los sectores más golpeados, enfatizando la compleja situación de quienes trabajan en la economía informal, las mujeres, los jóvenes y las personas con discapacidad.

Sus recomendaciones para contrarrestar el desastre provocado por el virus estuvieron enfocadas en tres frentes de acción:

En primer lugar, el apoyo inmediato para trabajadores, empresas y empleos en riesgo

En segundo, urgió a un mayor enfoque en la salud, con lugares de trabajo seguros y derechos para las mujeres y las poblaciones vulnerables.

Y tercero, llamó a movilizarse para una recuperación inclusiva, centrada en el ser humano y que aproveche el potencial de las nuevas tecnologías para crear empleos decentes para todos.

Al interior de la Isla, será muy limitado el alcance de las exhortaciones del titular del importante organismo internacional.

No hay voluntad política para rectificar el rumbo de un programa de desarrollo fallido que mantiene al país bajo los efectos de una crisis con altas probabilidades de propiciar serias fracturas sociales a partir de la paralización de gran parte del aparato productivo, debido al bloqueo interno, el recrudecimiento del embargo con la aplicación a rajatabla de la ley Helms-Burton y el azote del coronavirus.

La combinación de esos tres elementos echa por tierra las esperanzas de soluciones en la mayor de las Antillas.

Ninguno tiene por el momento fecha de caducidad, lo cual indica que el deterioro del nivel de vida está garantizado, lo cual obliga a pensar en un futuro marcado por la incertidumbre y a expensas de conmociones sociales de gran envergadura.

El hambre y las necesidades del pueblo van cuesta arriba, en paralelo a la apatía y la complacencia del poder con ese movimiento ascendente. ¿La antesala del caos?